
La composición de este vino denota la juventud de la bodega, todavía titubeante entre tantos elementos que definir. Un 40% de mencía y el resto dividido principalmente entre garnacha y tempranillo, aunque algo de syrah y merlot también han entrado. Para 2007 han incorporado algo más de syrah.
A la vista, aparece limpio, con capa media alta, violáceoa lágrima tiñe ligeramente la copa. En nariz, es mineral (sobre todo), ligero, con buena fruta negra y aromas florales, sutil. En boca se descubre una acidez casi cítrica, dulce, con taninos bien integrados.
Mi Cuadrilla, que si hubiera sido ratón habría caído en el primer cepo, sugirió que acompañáramos este vino con un quesuco curado traído del mismo valle de Liébana. Los quesucos de Liébana son, en su mayoría, quesos muy poco curados, natosos, con cierto sabor agrio, pero encontramos esta pequeña joya con una curación próxima a lo que podemos encontrar en quesos del Roncal. La verdad es que hizo muy buenas migas con el vino descrito.
Este es un plan ideal para un día de lluvia en casa.
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